La vida religiosa de Encinas Reales ha girado siempre en torno a la devoción de Nuestro Padre Jesús de las Penas, Patrón de la localidad y Alcalde Perpetuo. El culto a esta imagen se remonta al siglo XVII, constituyéndose una hermandad que ha llegado hasta nuestros días. La aparición del Señor de las Penas en Encinas Reales, hacia 1664, ha quedado envuelta por la leyenda ante la ausencia de datos históricos.
Al parecer, desde el siglo XVII existió una pequeña ermita en las afueras de la población, donde recibía culto el Señor de las Penas. La vida de este primer templo fue breve porque, además de amenazar ruina, pronto se quedó pequeño ante el reciente fervor de los habitantes hacia esta imagen. Por estas razones, fue sustituido por el edificio que ha llegado hasta nosotros, el santuario conocido como ermita de Jesús de las Penas o simplemente ermita de “El Calvario.”
El templo actual fue erigido recién iniciado el siglo XVIII con la entrada en la administración de la ermita del hermano Cristóbal de Santa Catalina, quien comienza la tarea de la construcción de la nueva ermita. En 1708 las obras se hallaban bastante adelantadas y en 1729 culminó la construcción, según la fecha que figura en la fachada, aunque las tareas de embellecimiento interior se prolongaron durante toda la centuria. El edificio no adquirió su configuración actual hasta principios del siglo XIX, cuando se completa la construcción del camarín.
El Interior del Templo
La ermita de Jesús de las Penas muestra una planta de cruz latina de una sola nave con tres tramos, brazos cortos y cabecera plana. Al dinamismo interior del templo contribuye la riqueza ornamental, especialmente, la correspondiente al crucero. Se trata de una decoración consistente en abultadas yeserías que logran imprimir mayor movimiento a ciertos elementos estructurales. Tal es el caso de la cúpula, así como de los arcos y las pechinas que las sustentan, cuyas superficies se hayan totalmente cubiertas por un abigarrado exorno en el que se funden motivos geométricos y vegetales con símbolos pasionistas y heráldicos. Cubriendo los fondos de todas las yeserías, apreciamos una rica policromía en la que domina el rojo y el azul
Retablo mayor
Este retablo, atribuido a Francisco José Guerrero, es de madera dorada sobre fondo verde y presenta una decoración que es propia del tercer tercio del siglo XVIII, pudiendo fecharse hacia 1770
EL CAMARIN DEL SEÑOR DE LAS PENAS
El camarín se halla presidido por Nuestro Padre Jesús de las Penas, obra del siglo XVII que ha sido documentada en 1664. Se trata de un busto de tamaño algo menor que el natural, viste clámide bordada, y sobre su cabeza, ligeramente inclinada hacia su derecha, lleva corona de espinas y potencias doradas, portando un otro igualmente dorado. Posiblemente pertenezca a la escuela sevillana. Está situado sobre una bella peana de madera dorada adornada con motivos de rocalla (rococó), espejos cabezas de querubines y ángeles. Estos últimos muestran una actitud llorosa en consonancia con la advocación de la imagen titular que representa un Ecce Homo de rostro bello y sereno.
Algunas noticias documentales relacionan las obras del camarín del Señor de las Penas con el arquitecto lucentino Andrés Cordón.
EXTERIOR DE LA ERMITA
El exterior de la ermita responde a un diseño reiterado en la arquitectura barroca cordobesa desde el año 600. Así se aprecia en su fachada principal, consistente en un esquema rectangular rematado por un frontón triangular. El cuerpo superior de la misma queda flanqueado por pilastras toscanas, figurando bajo el frontón la fecha de 1729, alusiva a la construcción del templo que con toda probabilidad fue trazado por Leonardo de Castro. De hecho la huella de este maestro se aprecia en el geometrismo dominante de la portada. Sobre la misma cabalga un ático franqueado por dos ventana corales, enmarcadas por moldurares y coronadas por escudos sobre águilas.
La ornamentación de este exterior, al parecer inconclusa, hace referencia a la advocación del santuario. Así se aprecia en la pequeña cruz en relieve que remata la portada y en la hornacina del segundo cuerpo de la misma, que contiene una imagen en barro del Señor de las Penas, replica de la que se venera en el interior. Cubierta por un tejadillo a dos vertientes, dicha hornacina sobresale de la superficie de la portada. Tanto por su estructura como por la tipología de imagen que custodia, responde a las características de los retablos del culto al callejero.